Llegó el superclásico y la Bombonera estallaba. Boca, con sed de venganza y el empuje de su gente, recibía a un River que llegaba de la peor manera: golpeado, con dudas futbolísticas y resultados que no acompañaban. Desde el primer minuto, el equipo de la Ribera mostró lo que su público exige: garra, presión alta y un fuego competitivo que hace honor a su historia. Boca a lo Boca.
River, en cambio, fue un puñado de expectativas que dentro de la cancha se tradujeron en muy poco. Con una defensa de cinco hombres, intentó aguantar el vendaval azul y oro, pero la intensidad de los mediocampistas y delanteros xeneizes terminó pasando por encima de cualquier esquema. River a lo River, pero sin la jerarquía de otras épocas.
El gran protagonista de la tarde fue Exequiel “Changuito” Zeballos, el joven de 23 años que jugó el mejor partido de su carrera con la camiseta de Boca. No solo abrió el marcador con un derechazo inatajable, sino que fue decisivo con su juventud, velocidad y atrevimiento en el segundo gol: encaró, dejó rivales en el camino y, tras una jugada heroica, habilitó a Merentiel.
Miguel Merentiel, siempre bien ubicado, solo tuvo que empujarla casi debajo del arco para sellar el 2–0 que hizo delirar a un estadio que ya se sentía en fiesta. Durante los 90 minutos, Zeballos fue un problema permanente para esa línea de cinco defensores que River plantó en la Bombonera y que poco pudo hacer ante el bombardeo xeneize.
El resto del partido fue como todo superclásico que se respete: se metió fuerte, hubo roces, discusiones y varias jugadas al límite. Jiménez tuvo tres chances clarísimas bajo el arco y no pudo convertir. En una de esas acciones forzó un penal que encendió la polémica, pero que el VAR terminó anulando al interpretar que el delantero había buscado el contacto con Franco Armani y se había arrojado.
River se fue de la Bombonera con una derrota, siete amonestados y la sensación de que el resultado pudo ser aún más abultado. El arbitraje fue de esos que “sacan el partido como pueden”: por momentos hizo la vista gorda ante infracciones claras y en otros intentó evitar que el duelo se le fuera de las manos, quedando en el centro de las críticas de los dos lados.
Para Boca, en cambio, la noche fue perfecta: triunfo, actuación convincente e identidad recuperada. Con este resultado, el Xeneize se asegura un lugar en la fase de grupos de la Copa Libertadores de América 2026, objetivo que la Bombonera gritó casi tan fuerte como los goles.
Del otro lado, el panorama es oscuro. River queda cada vez más apretado en la pelea por entrar a las copas internacionales, con un rendimiento que dista mucho de aquel equipo dominante que marcó una época. Las dudas no solo pasan por los jugadores, sino también por el banco de suplentes.
Las preguntas que quedan flotando en el aire son inevitables: ¿seguirá el actual cuerpo técnico de Boca al frente del plantel después de fin de año, con esta inyección anímica y deportiva? ¿Y qué será de River y su entrenador, después no solo de este partido, sino de una seguidilla interminable de malos resultados que cada vez se parece menos a ese River idealizado en la memoria de sus hinchas?
Por Guillermo González